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No juzguéis para que no seáis juzgados

Mateo 7:1 dice “No juzguéis, para que no seáis juzgados”, también Romanos 14:13. Sin embargo, en la Biblia encontramos otros textos que señalan que sí debemos juzgar (Juan 7:24; 1 Cor.2:15), ¿Contradicción?

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“Pero del día y la hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino sólo mi Padre.” (Mateo 24:36)

viernes, diciembre 30, 2011

No juzguéis para que no seáis juzgados

Hay cristianos que dicen que debemos juzgar y otros que no. A menudo he oído que no debemos juzgar a nadie en el sentido de que no debemos reprender o denunciar a ninguna persona que esté haciendo las cosas mal, sino que debemos solamente “orar” y esperar el juicio final para que Dios se encargue. Una actitud que puede considerarse escapista pues el mal no es erradicado, pero vamos, ¡Jesús dijo que “no hay que juzgar!”...

Quienes piensan de este modo citan Mateo 7:1 que dice “No juzguéis, para que no seáis juzgados”, o también Romanos 14:13. Sin embargo, en la Biblia encontramos otros textos que señalan que sí debemos juzgar (Juan 7:24; 1 Cor.2:15), ¿Contradicción? Claro que no, pues todos los textos se enmarcan en su respectivo contexto y se refieren a situaciones distintas.

1.- Primero que todo, ¿qué es juzgar?


Según el diccionario de la RAE, “juzgar” se puede definir como:
1. Dicho de la persona que tiene autoridad para ello: Deliberar acerca de la culpabilidad de alguien, o de la razón que le asiste en un asunto, y sentenciar lo procedente.
2. Formar opinión sobre algo o alguien.

En el primer caso, el juzgamiento se aplica a la figura de un juez, el cual tiene autoridad para deliberar sobre la situación de un inculpado y puede dictar una condena. En la Biblia, hay un sólo juez que define la sentencia de los hombres para la eternidad, y ese es Dios. Nosotros en ningún caso podemos juzgar a una persona para determinar una sentencia sobre su destino eterno, es decir, nosotros no estamos facultados para “enviar al infierno” no “enviar al cielo” a nadie. Esto respecto al juicio eterno, pero hay otras situaciones en las que sí estamos facultados como Iglesia para sentenciar o condenar falsas doctrinas, malas prácticas, e incluso personas en caso de expulsión.

En el segundo caso tenemos algo más cotidiano que se refiere al uso de nuestra opinión respecto a alguna persona o cosa. Por ejemplo, cuando decimos “Este hombre es de confianza”, estamos haciendo un juicio de opinión positivo respecto una persona. La Biblia no prohíbe esta práctica, de hecho es necesario hacerlo para detectar a los lobos rapaces y falsos maestros (Mateo 7:15-16; 2Cor.11:13; 2Pedro 2:1; Apocalipsis 2:2). Así y todo, no es llegar y juzgar a la ligera, sino que hay que hacerlo con justo juicio (Juan 7:24).

2.- ¿Se puede juzgar según la Biblia?

Si nos vamos a las Escrituras, encontraremos evidencia suficiente como para determinar que el juzgamiento no es un pecado, sino que es algo que llega a ser incluso necesario para la Iglesia. Para comenzar, veremos algunos versículos bíblicos que algunos han interpretado como pruebas en contra de esta práctica:

2.1. No juzguéis, para que no seáis juzgados (Mateo 7:1, Lucas 6:37)

Si leemos todo el capítulo 7 de Mateo, nos daremos cuenta que el texto no se refiere a no juzgar nunca nada, sino que enseña que no debemos juzgar cuando estemos con el mismo pecado. Esto queda claro al leer los versículos 3 al 5, en donde se ilustra esta enseñanza con el ejemplo de “la paja en el ojo ajeno” pues el que tiene una viga en su propio ojo no debe juzgar a su hermano que tiene una paja en el suyo. En resumen, este texto nos enseña que no debemos juzgar a otros en caso que seamos culpables del mismo pecado, es decir, con un juicio hipócrita.

2.2. No nos juzguemos más los unos a los otros (Romanos 14:13)

El texto no señala que no debemos juzgarnos por cualquier motivo, sino específicamente en el caso de encontrarnos con situaciones de no mucha importancia que van ligadas a la cultura de cada cual o de opiniones personales sobre temas bíblicos no fundamentales. Por ejemplo, se menciona el caso de las comidas, días sagrados, etc., los cuales están sujetos a la conciencia de cada uno de los creyentes, y que por ello ninguno tiene el derecho de juzgar a otro hermano por que no come lo que él cree que se debe comer, o porque no consagra los mismos días que él consagra.


“Así que, ya no nos juzguemos más los unos a los otros, sino más bien decidid no poner tropiezo u ocasión de caer al hermano.” (Romanos 14:13)

En este tipo de cosas existe libertad de criterio, y por ello no hay juicio que valga para reprender a nadie, sino que la Biblia nos manda a “no contender sobre opiniones” (vers. 1). En ningún caso el texto prohíbe juzgar asuntos de mayor trascendencia.

2.3. ¿Quién eres para que juzgues a otro? (Santiago 4:11-12)


Para condenar a cualquiera que se atreva a juzgar a otro, se recurre también a este texto que encontramos en Santiago:

“Hermanos, no murmuréis los unos de los otros. El que murmura del hermano y juzga a su hermano, murmura de la ley y juzga a la ley; pero si tú juzgas a la ley, no eres hacedor de la ley, sino juez. Uno solo es el dador de la ley, que puede salvar y perder; pero tú, ¿quién eres para que juzgues a otro?” (Santiago 4:11-12)

Si hemos leído bien ambos versículos, nos daremos cuenta que el centro del mensaje se refiere al tema de la murmuración. Cuando alguno murmura de su hermano y lo juzga a sus espaldas, está siendo injusto, y no hace otra cosa que sembrar la duda sobre la reputación de su hermano, sin darle a este la posibilidad de defenderse. En este contexto, si juzgamos a otros a espaldas de ellos mismos, y murmuramos, nuestro juicio es injusto.

3.- El problema del juzgamiento

El tema del juicio influye en la Iglesia, se practique o no se practique, lo crean lícito o ilícito. Veamos por qué:

3.1. El juicio entendido como pecado (no se practica):
Cuando la Iglesia llega a la conclusión de que no hay que juzgar, se queda sin mecanismos para implementar disciplina entre sus miembros, ni defensas contra lobos rapaces que se infiltren en medio del rebaño, pues si no hay juicio, tampoco hay reprensión ni corrección. La congregación que no aplica discernimiento ni juicio va en camino a la apostasía y a su destrucción.

Veamos un ejemplo recurrente ¿Qué pasa cuando el pastor de una iglesia pierde la orientación espiritual y cae en apostasía? ¿Qué pasa si le enseña a apostatar a todo su pueblo? ¿Qué pasa cuando le entra la avaricia y empieza a estafar a los miembros de su iglesia? Casos hay muchos, y lamentablemente son pocos los que se atreven a dirigirle la palabra a ese líder con tal que corrija su camino. Entonces, ante casos como estos ¿Es necesario discernir si está bien o mal (juzgar) lo que hacen los líderes de este tipo de iglesias? Y si juzgamos que la cosa va mal ¿Es necesario reprender con mansedumbre al que está guiando a todos por un camino incorrecto? Y una última pregunta ¿Qué ocurre si nadie juzga?

3.2. El juicio entendido como lícito y necesario (sí se practica): Si nos vamos al otro extremo, podemos ver que hay casos en los cuales se hace un uso desmedido y abusivo de esta facultad haciendo juicios injustos a la ligera (sin pruebas concretas) por medio de la murmuración. Realmente llega a ser impresionante la facilidad que tienen algunos para difamar a sus hermanos en la fe, y lo peor es que muchas veces lo que dicen no tiene ninguna prueba fidedigna. La única “prueba” que se suele manejar no es otra cosa que “me lo dijo tal persona, la cual lo supo de otro al cual también le contaron...”.

Otro mal uso del juicio es cuando algunos se obsesionan tanto con el tema, que hacen del juicio su estilo de vida, llegando a preocuparse hasta del más mínimo detalle con tal de denunciar “apostasías” donde en realidad no las hay. Viven mirando a los otros, pero no así a ellos mismos. Unos verdaderos fariseos modernos. Esto también es injusto y un problema que debe ser corregido. Este problema se da con frecuencia en iglesias de estilo conservador y legalista.

4.- Ejemplos bíblicos de juzgamiento


Ejemplos bíblicos que avalan la práctica del juicio (justo juicio) hay muchos, pero mencionaremos sólo dos:

4.1. Pablo condena el actuar de Pedro públicamente

“Pero cuando Pedro vino a Antioquía, le resistí cara a cara, porque era de condenar. Pues antes que viniesen algunos de parte de Jacobo, comía con los gentiles; pero después que vinieron, se retraía y se apartaba, porque tenía miedo de los de la circuncisión. Y en su simulación participaban también los otros judíos, de tal manera que aun Bernabé fue también arrastrado por la hipocresía de ellos. Pero cuando vi que no andaban rectamente conforme a la verdad del evangelio, dije a Pedro delante de todos: Si tú, siendo judío, vives como los gentiles y no como judío, ¿por qué obligas a los gentiles a judaizar?” (Gálatas 2:11-14)

En este pasaje bíblico, el apóstol Pablo discierne el incorrecto actuar del apóstol Pedro (sí, Pedro), y juzgó tal hecho como digno de reprobación y hasta “de condenar”. Es así como vemos a Pablo reprendiendo duramente a Pedro en público, y eso que Pedro era uno de los grandes líderes de la Iglesia. ¿Cómo se tomaría una escena como esta en estos tiempos? Sin duda más de alguno diría que Pablo no tuvo amor, que fue muy juzgón, etc. Lo cierto es que su comportamiento fue el correcto, ya que todos los presentes también fueron corregidos de lo que el mismo Pedro les estaba incitando con su falta. Pregunta ¿Qué hubiese ocurrido con Pedro y todos los que con él estaban si Pablo no condenaba la situación?


4.2. Natán reprende al rey David


“Entonces dijo Natán a David: Tú eres aquel hombre. Así ha dicho Jehová, Dios de Israel: Yo te ungí por rey sobre Israel, y te libré de la mano de Saúl, y te di la casa de tu señor, y las mujeres de tu señor en tu seno; además te di la casa de Israel y de Judá; y si esto fuera poco, te habría añadido mucho más. ¿Por qué, pues, tuviste en poco la palabra de Jehová, haciendo lo malo delante de sus ojos? A Urías heteo heriste a espada, y tomaste por mujer a su mujer, y a él lo mataste con la espada de los hijos de Amón.” (2 Samuel 12:7-9)

Acá vemos un ejemplo del Antiguo Testamento en donde el mismísimo rey de Israel, el ungido de Dios, el gran David es reprendido por un siervo de Dios llamado Natán. En estos tiempos cuando un siervo de Dios se atreve a reprender a un líder de la iglesia al tal se le acusa de “irse contra el ungido”. Pues bien, acá vemos que Natán, a pesar de juzgar y reprender con dureza a David, nos damos cuenta que esto fue completamente necesario ya que David se arrepintió de su pecado y se volvió a Dios. Pregunta ¿Qué hubiese ocurrido con David y todo el reino si Natán no condenaba la situación?


5.- Conclusión

La práctica del juicio no es malo ni tampoco un pecado, siempre y cuando se haga un uso correcto del mismo, es decir, como Dios manda a través de la Biblia. Si vamos a juzgar algo, siempre debemos hacerlo con misericordia, justicia y con todas las evidencias necesarias.

El juicio como herramienta es completamente necesario y útil para resguardar al rebaño de lobos rapaces, o bien para aplicar disciplina. ¡Pero ojo con los excesos!

Por lo general, el hombre se resiste al juicio cuando es pronunciado contra él. Cuando alguien lo reprende, tiende a reaccionar con un abierto rechazo, tal como fue rechazado Lot por los habitantes de Sodoma y Gomorra (Génesis 19:9), o Moisés cuando increpó a un hebreo que maltrataba a otro (Éxodo 2:13-14). No nos desanimemos si nos hallamos en esta situación, antes debemos asumir que somos seres falibles y la corrección es buena medicina.

En lo cotidiano, a veces juzgamos a un hermano por que alguna de sus actitudes o hechos no nos parecieron bien del todo, y cuando se comparte esa opinión con otros sin el implicado presente, acarrea murmuración. Lo que se hace en estos casos es hablar directamente con el hermano (Mateo 18:15) y evitar la murmuración. Por esto y por mucho más se debe hacer uso del juicio de una manera prudente y justa.

Sobre la manera de aplicar un justo juicio, hay mucho que decir. Por ahora lo dejaremos hasta aquí, a ver si en otra publicación seguimos tratando este interesante tema.

Dios te bendiga